Yo no quiero langosta en la cena de Nochebuena, quiero lombarda. O sopa de almendras o cualquier cosa, pero no langosta.
La langosta está bien, pero en Nochebuena prefiero el pavo relleno de ciruelas y trinchado con un gran cuchillo de tiempo de mis abuelos.
Y no quiero cava, quiero seguir llamándolo champán. Porque me da la gana, porque me sale de los cataplines, para dar por el culo a los catalinos.
Y prefiero el turrón duro que había que partirlo con un martillo a las porciones individuales que vienen ahora perfectamente cortadas y con forma de ladrillo.
Que vuelvan las bandejas de dulces navideños con un tapetito con flecos de papel blanco.
Lo único que no quiero reivindicar de tiempos de mi abuelo son las almendras rellenas de turrón, los piñones blancos ni las peladillas. Con lo caros que son los piñones y lo malos que estaban, que al final te los comías porque era lo único que quedaba en la bandeja...
Abuelo, espero que me perdones, pero por las almendras rellenas de turrón y los piñones blancos, por esas dos cosas no paso.
Mientras resuenan en la plaza mayor la voz ronca incofundile de Pepe Isbert buscando a Chenchooooooooo, Angel y Luis, queremos desearos –especialmente a nuestros seguidores- unas muy felices navidades, como las de antes, y un próspero año nuevo.
Feliz Navidad.
martes, 23 de diciembre de 2008
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